Draco Nocte

martes, 22 de febrero de 2011

Un poco de historia...

Los griegos fueron los primeros de nombrar a la bestia, la cual recibió los nombres Drak o dercein, nombres que dieron a las serpientes gigantes que vivían allí donde el mundo se acababa. Los héroes de la Grecia clásica, como Agamenón o Perseo, tenían por costumbre enfrentarse a dragones o a otros seres monstruosos. ¿Por qué? Pues porque los dragones se encargaban siempre de custodiar cosas como las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, unas míticas doncellas griegas.
Si los griegos lo convirtieron en uno de sus enemigos, los romanos hicieron de él un símbolo militar. En latín le decían draco y era el emblema de las cohortes, un grupo de 500 soldados romanos de la legión. Para los romanos, los dragones eran una bestia muy preciada, ya que consideraban que algunas partes de su cuerpo eran medicinales o mágicas. Así, sus ojos, secados y batidos con miel, eran muy eficaces contra las pesadillas. La grasa que rodeaba su corazón, sus dientes o su cerebro eran los elementos sanadores más famosos. Se dice que estos ingredientes se podían encontrar en los mercados de la Roma de los Césares. Será verdad?
Tras los romanos, otros grandes civilizaciones han tenido muy presente la figura del dragón. Los bizantinos, que vivieron entre los años 330 y 1453, creían que era el caos y el portador de todas las enfermedades. Esta misma visión del dragón como malo la tuvieron los vikingos. No lo conocieron en persona pero lo pintaban en sus escudos y las proas de sus barcos iban presididas por jefes de dragones. Creían que así atemorizar a los sus enemigos y ellos ganaban valentía.
Los cristianos también han tenido sus dragones particulares. Identificaron el dragón con el demonio y pusieron un santo al frente de la misión que tenía que acabar con el mal y la destrucción que representaba. San Jorge, de quien hablaremos más adelante, ol'arcàngel San Miguel, son algunos ejemplos.
Hasta el siglo XVI hubo gente que creyó de verdad en el dragón. Konrad von Gesner, un médico y zoólogo suizo que vivió durante este siglo, fue el último en hablar de él desde el punto de vista científico. Escribió una obra. Historia Animalium (1551-1587), donde hacía una clasificación de todos los animales hasta entonces conocidos. Entre ellos, se encontraba el dragón.

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